Tener que ser o querer ser, tener que hacer o querer hacer.
Quitar imposiciones me ha hecho tambalear cien veces. ¿Sentir que no se quien soy? me ha pasado; pero es la única manera para separar el ego y mi personalidad, para saber diferenciar entre todo eso que yo creo que tengo que ser y todo eso que yo quiero ser.
No confío en la teoría de que no escogemos o de que todo en la vida depende de lo que pasó afuera, de lo que nos han dicho o hemos entendido que somos. No creo que seamos peones de movimientos predeterminados por la historia, eso me aburriría demasiado.
En vez de eso, creo que somos las preguntas que nos hacemos y el camino que tomamos para encontrar sus respuestas.
Me he hecho preguntas para las que todavía no tengo respuestas y a veces he sentido que no se donde estoy parada, pero entiendo que puedo preguntarme quién soy y qué quiero; se que no hay nadie contándome el tiempo, que no tengo que probar nada, que mi valor no está en todo lo que se, sino en la disposición y el esfuerzo que pongo en aprender lo que no se.
Porque prefiero sentir por un momento que no sé, a vivir mi vida según los manuales imaginarios de “cómo actuar” y “cómo sentirme”, biblia de mi ego y su recital favorito desde que mi generación iba al kínder; prefiero dudar a seguir escuchando al parasitó que vive de recordarme esas obligaciones y conceptos a los que no les encuentro ningún sentido, pero varias veces me he forzado a aplicar con devoción, quien sabe por qué.
Hoy se que la pausa que hago antes de decidir qué pienso o qué siento no es inseguridad ni incertidumbre, no es ninguna debilidad. Es un regalo para mi claridad, para estar segura de que lo que hago lo hago porque quiero y no porque creo que tengo que hacerlo.
Andrea.