Nos pasa que queremos ser mejores, hacer más, ser más y conocernos más, hacer lo que nos haga estar orgullosos de nosotros mismos.
Ayudar a los niños es la mejor manera de cambiar el mundo y de paso cambiarnos a nosotros.
Tenemos la oportunidad de mejorarlos y hacerlos crecer, pero también, me di cuenta de que al hacerlo provocamos consecuencias positivas en nosotros, nos volvemos empáticos, entendemos más y mejor a los demás, nos sensibilizamos y adquirimos una visión mucho más clara y transparente de nuestro “deber ser”.
Los niños no se complican, prefieren ser directos porque no entienden de sarcasmos; son sencillos y no tienen miedo a ser rechazados cuando ofrecen cariño, por eso te abrazan sin preguntar, te quieren sin conocerte y te enseñan siquiera sin darse cuenta.
Si no lo haces por ellos, hazlo por ti.
Andrea.