Al diez para las once empezaron a llegar los directores de las fundaciones a la junta, yo había llegado un poco más temprano por ser mi primera junta como directora de esta fundación.
Muy tranquila y sin reconocer ninguna cara, me presente con todos y platicamos de nuestros proyectos mientras esperábamos a la coordinadora del servicio social de la universidad. Cada vez llegaban más representantes y todos re calculábamos el número de plazas estudiantiles que nos iban a tocar.
A las once y diez una carita que conocía cruzo la puerta del salón, era Lalo, mi ex coordinador de servicio social en la Alianza Anticáncer Infantil.
Venia diferente pero igual… su camisa era la misma de siempre, bordada con los colores de la Alianza; su sonrisa y su energía también era la misma, siempre amable y contagiosa; pero Lalo venía diferente y me tarde en entenderlo.
⁃ “¡Wow! ¡Lo hiciste! ¡Te pelaste por los niños!”
Lalo sonrió otra vez, me di cuenta de que le dio gusto verme y se acercó para darme un abrazo, todos nos veían.
⁃ “Hola loca, ¿cómo estás?, es que no lo sabes ¿verdad?”
Seguí sin entender, me bloqueé, pensé en todo y en nada al mismo tiempo y naturalmente le dije:
⁃ “Ya dímelo.”
⁃ “Me diagnosticaron en Mayo.”
Le pedí el abrazo que ya venía a darme y se lo di más fuerte, los dos entendimos que todo el mundo sabe que nadie sabe que decir en estas situaciones y entonces nos vimos a la cara y al mismo tiempo pensamos en voz alta:
⁃ “Que ironía.”
Con tristeza pero también con mucha paz, lo vi con muchas ganas y con mucho ánimo. Pues si, creímos que era irónico que Lalo lleva años trabajando todos los días con niños a los que les toco crecer luchando contra el cáncer.
Quién iba a decir que le iba a tocar a él recibir el mismo tratamiento que ha estado dando a otros todo este tiempo.
Se acabo la junta y cada quien se fue por su lado, pero me quede pensando y antes de dormir se me ocurrió, ¿y si es todo lo contrario?, ¿y si esto no tiene nada de irónico?, tal vez es pura lógica.
Es lógico que Lalo haya estado trabajando tanto tiempo en esto, es lógico qué haya convivido tanto con esta enfermedad, la entiende perfecto. Sabe cómo tratarla, sabe cómo debe vivirla, sabe que hoy le toca a él seguir sus propios consejos.
Lalo es fuerte porque le ha tocado ser fuerte para otros, es dedicado porque ha visto que la dedicación y la constancia son el tratamiento más importante que podemos darnos; el es feliz porque ha comprobado que de nada sirve estar triste, sabe que es mejor ver las cosas como los niños.
Nadie te entrena para tener cáncer, nadie te avisa ni te prepara para esto, pero hoy más que siempre creí en el “todo pasa por algo”. Creo que la Alianza hizo que Lalo fuera como es hoy, hizo que tuviera todo para poder, se aseguró de que tuviera a las personas correctas que lo podían ayudar y se encargó de reforzar su personalidad de guerrero y héroe.
Hoy más que siempre, estoy segura de que Lalo puede.
Andrea.