Conocemos a alguien y nuestra relación con esa persona marca de alguna manera nuestra vida. Son pequeñas o grandes marcas indelebles, perfiles significativos que impactan fuerte o levemente la forma en la que somos, pero lo hacen, nos marcan.
No puedes forzar tu memoria a olvidar, a des-conocer a alguien de quien descubriste cualidades que te gustaron y también otras que no disfrutaste, actitudes donde te identificaste y aptitudes donde te comparaste.
A veces creemos que las relaciones pueden dependen de momentos, circunstancias, etapas y experiencias. Podemos encontrarnos con una persona y creer que no estamos preparados para lo que nos ofrece, que esa relación no encaja con nuestra vida, así desaprovechamos amistades, oportunidades, romances, aprendizajes, etcétera.
Y sucede que nos alejamos, no nos interesamos en conocerlas más por que nos han quedado mal antes, nos da miedo y pereza que nos vuelvan a fallar, esforzarnos y equivocarnos.
Por eso nos olvidamos de que no tiene porque ser así, porque las buenas relaciones son fáciles, porque si encaja con nosotros, va con lo que nos define, nos gusta y nos hace crecer, solito se nos da, sin esfuerzo; porque si proyectamos lo que somos atraemos lo que queremos.
Se nos olvida que hay quien puede elevar nuestro potencial, que podemos ser más, que somos personas y necesitamos de otras personas. Que las buenas relaciones nos ayudan y que aún cuando tal vez en el pasado no las supimos aprovechar, una vez que se conoce a alguien siempre existe la posibilidad de volver a encontrarse, volver a acercarse y sin miedo, si es acertado, reconstruir esa relación que nació el día que primero se encontraron.
Andrea.