Siempre me ha gustado la idea de fundar un colegio, una escuela que sea digna de educar a las futuras personitas que van a decidir qué pasa después, cuando nosotros ya no estemos.
Una escuela que de las bases para construir un camino, donde le den a sus alumnos el método y los medios para el éxito, al mismo tiempo que se les presenten las consecuencias positivas, en caso de usar esos medios de la mejor manera, y las consecuencias negativas en caso de no sacarles provecho, donde él solo pueda comparar y elegir qué es mejor.
Un lugar donde el estudiante decida ser quien es, donde su éxito dependa de sí mismo, y no del miedo a reprobar o simplemente cumplir con una obligación impuesta por un superior.
Una escuela donde los alumnos formen parte de algo más grande, donde les enseñen a ser solidarios. Donde no se necesite una membresía, un status, ni ninguna cualidad en específico para entrar. Una donde se practique todos los días el respeto y la formación personal y moral.
Esperando algún día encontrar el tiempo y los medios para hacerlo, me encontré redactando estas palabras sobre el colegió que me gustaría fundar… una escuela de vida.
Andrea.

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