Hoy me dieron ganas de sentir eso que se acumuló en lecciones que dolieron, en ilusiones que no se cumplieron, en personas que se fueron y que dejé ir. En noticias que no esperaba, en expresiones que no lograron salir o en palabras que no era mi intención decir por emociones que no tuve tiempo de sentir.
Pasión de ánimo por algunas experiencias, decepciones, torpezas y preocupaciones, acompañadas de aprendizaje y agridulzura que provoca un poquito de nausea… todo eso que ayer resentí y que hoy me complica seguir.
Hoy me dieron ganas de sentirlo porque aunque no quiera lo vivo como cualquiera, y es que llorarlo lo aligera.
No sé por qué, pero la vida no siempre sabe a colores, a veces se nubla y el humor no copera, a veces la sombra parece ser lo único que existiera; lo que si se, es que cuando los sentidos se insensibilizan, el carácter se desvanece y los sentimientos no se perciben, el placer y la dicha de vivirla también se entumece.
Ya no me siento mal si un día no me siento bien, me dejo llorar si hay lagrimas que quieren salir, porque para mi, sentir la tristeza es tener la certeza de que también puedo sentir amor y gentileza, es evidencia de que también puedo y se cómo escuchar las risas que me alegran el corazón, disfrutar mejores momentos con presencia, constantemente asombrarme y llenarme de admiración.
Sentirme es vivirme, es conocerme.
Mis deseos, mis rechazos, lo que me acerca y lo que me aleja, lo que me tranquiliza, me lastima, me ablanda o me endurece, me molesta o me avergüenza; lo que me hace sentir vacía o completa y satisfecha.
Explorarlo puede ser un sube y baja, es un reto que viene con lágrimas, impotencia, tristeza y frustración, también con simpatía, curiosidad, humor y satisfacción; sin importar qué sentimientos predominen, si lloro, rio, me equivoco, grito, siento que gano o que exploto de emoción, la intención es hacerlo con plenitud, cariño y amor.
Andrea.